Salvador López a los 92 años de edad y aun trabajando duro para su comunidad

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Salvador Lopez a WWII Veteran at the WWII Memorial in Washington, DC in 2016. Photo by Tar Macias / Hola America
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Hola America y Hola Iowa presentan la Serie Especial del Mes de la Herencia Hispana: Orgullo Hispano, pioneros y líderes latinos que nos inspiran en las comunidades de Iowa e Illinois.

 

Salvador López nació en Muscatine, Iowa en 1928. Unos años antes de su nacimiento sus padres Antonia y Federico López llegaron a los Estados Unidos del centro de México. Durante la Depresión, la familia se mudó de Fairmont, Iowa a Cook’s Point, donde ellos encontraron una comunidad mexicana muy unida.

Cada verano Salvador y sus amigos jugaban fútbol americano y hockey e iban a nadar en el río Misisipi.

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“Todos aprendimos a nadar,” él recuerda. “Yo aprendí así, pues, unos muchachos mayores – bueno, me llevaron a una islita. Y ellos me dijeron, aquí te vamos a dejar. Y allí me dejaron, y tuve que encontrar la manera para regresar.”

Para ganar un poco de dinero extra para sus gastos propios o para darlo a su familia, ellos trabajaban en los campos cosechando cebollas cerca de Pleasant Valley.

 

“Felipe Terronez tenía una camioneta grande, y él nos llevaba a los campos de cebollas donde cortábamos las cebollas y después él nos traía de regreso,” Salvador dice. “Nunca me gustó hacer esto, pero de todos modos lo hacía.”

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Cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, Salvador y algunos de sus amigos de Cook’s Point se enrolaron a las fuerzas armadas. Aunque ellos querían servir juntos, los mandaron a diferentes partes del mundo – uno se fue a Hawái, otro acabó en Japón, y Salvador fue enviado a Alemania. En las fuerzas armadas Salvador tuvo que enfrentar prejuicio de parte de otros soldados, quienes no lo reconocían como un igual.

“Cuando llegué a Alemania, el Presidente Truman iba a integrar las fuerzas armadas…nos empezaron a dar clases de porque debemos de mantenernos unidos. Y claro yo ya sabía que había prejuicios cuando veía donde se encontraba la gente afroamericana. Pero no lo veía a tal grado en lo que se trataba de los hispanos hasta que tuvimos la clase. Y ellos empezaron a hablar de este tema y ellos preguntaron, ‘¿Cuáles son las razones porque no nos podemos mantener unidos?’ y un joven de Texas contestó, ‘Bueno, es porque los afroamericanos no son buenos y los mexicanos no son buenos.’ Un amigo mío se inclinó hacia nosotros – nosotros estábamos sentados atrás – y dijo, ‘Oye, López, él está hablando de ustedes.’ Y yo le contesté, ‘yo sé.’ Bueno, cuando era turno de nosotros yo le pregunté, ‘Oye, ¿por qué crees que eres mejor que yo? ¿Qué te hace mejor que yo?’ Entonces él cambió de opinión. Conocí a otros como él en mi vida, pero el hecho es que debes de ignorar lo que dicen y seguir adelante.”

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A su regreso a Iowa, Salvador quería trabajar como operador del equipo pesado en una factoría local porque él obtuvo la experiencia de trabajo con maquinaria pesada en las fuerzas armadas. Pero a pesar de su experiencia, el sindicato local se negó a expedirle la tarjeta del sindicato. En los trabajos le decían,“Vete y obtén la tarjeta y puedes empezar a trabajar mañana mismo.” Entonces, yo iba al sindicato local y ellos me decían, “Te va a costar 100 dólares.” Yo les contestaba, “Yo tengo 100 dólares.” Entonces ellos encontraban otra excusa. “Bueno, primero tenemos que contratar aquellos que fueron despedidos.” Yo les dije, “Bueno, yo encontré el trabajo. ¿Por qué ellos no pueden encontrar el trabajo?” Y ellos me contestaban, “No, estas son las reglas. Antes que nada, debemos de darles el trabajo a ellos.” Y ellos me lo repetían y repetían, entonces iba a otros trabajos y los contratistas me daban el trabajo, pero el sindicato me cerraba las puertas.”

Prácticas discriminatorias de parte del sindicato significaban que Salvador continuó trabajando en servicios de mantenimiento del ferrocarril local. Pero cuando él solicitaba trabajos de ferrocarriles de salarios más altos – como por ejemplo empleado postal en estación de trenes de carga – le negaban el trabajo.

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“Siempre y cuando te quedabas donde te dejaban quedarte todo estaba bien. Pero si buscabas mejorarte, bueno, entonces te encontrabas con muros en tu camino,” Salvador recuerda. “Cada vez que había una posición abierta [en la estación de trenes de carga] entonces no podía conseguir esta posición.”

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Finalmente, Salvador dejo el ferrocarril por el trabajo en Sivyer Steel, donde él conoció a otros mexicanos americanos cansados de la discriminación constante y prejuicios en sus comunidades. En 1959, ellos trabajaron juntos para establecer la división local de la Liga de Los Ciudadanos Latino Americanos Unidos – LULAC Concilio #10.

“Un amigo nuestro [Jesse Mosqueda] nos explicó de que se trataba – discriminación y políticas y mejoramiento de los hispanos,” Salvador recuerda. “De inmediato encontramos catorce [personas] y mandamos la solicitud y nos aceptaron. Esto fue en el año 1959. Y así fue como lo empezamos.”

Como miembro fundador de LULAC de Davenport, Salvador fue fundamental para preservar récords e historia de LULAC. Él también tomó un papel importante en el establecimiento del fondo de becas educativas de LULAC para estudiantes del colegio. Aunque el fondo empezó con poco, pronto este creció gracias a los esfuerzos de muchas mujeres miembros del consejo que trabajaban detrás del escenario vendiendo boletos de rifa y recaudando fondos para la fiesta anual y el concurso de reina.

En 1979, LULAC Concilio #10 recaudó $27,000 y el consejo nacional igualó los fondos dólar por dólar. Ellos recaudaron tanto dinero que el año siguiente la organización nacional cambió sus reglas de igualar solo cincuenta por ciento de recaudación de fondos locales.

“Fuimos los primeros de la nación,” Salvador recuerda. “Todos esos consejos de Texas estaban recaudando solo $1,000 o $500. ¡Y este consejo pequeño que apenas llegó a existir en Iowa pudo recaudar $27,000!”

A medida que López y el liderazgo de LULAC Davenport estaban envejeciendo, el reclutó la ayuda de su sobrino Michael Reyes para ayudar a guiar al Concilio de LULAC al siguiente nivel. Desde 2018, LULAC Davenport, con la ayuda de otros concilios locales, ha otorgado más de $50,000 en becas cada julio a estudiantes locales.

 

Gran parte de los fondos recaudados para las becas provienen del torneo anual de golf de LULAC y las operaciones semanales de bingo que el Sr. López administra hasta el día de hoy. Y el 16 de octubre reanudarán sus operaciones de Bingo después de muchos meses de pausa debido a la pandemia.

 

Si todo esto no fuera suficiente para el Sr. Lopez hace 2 años para celebrar que cumplia 90 años de edad, decidió participar en la recaudación de fondos de Big Brothers Big Sisters “Over the Edge”, donde descendió en rappel por uno de los edificios más altos de Davenport The Black Hawk Hotel, 140 pies sobre la calle. Ese día el recaudó $1,200 para esta organización. 

 

Dos meses después, López también fue incluido en la clase del 2018 del Salón de la Fama Latino de Iowa.

 

A los 92 años no hay señales de que el Sr. Salvador López deje de seguir contribuyendo a su comunidad.

 

 

Artículo cortesía de “Migration is Beautiful” (La Migración es Bella). 

Esta página fue desarrollada del Proyecto de Mujeres Latinas de la iniciativa de Archivos de Mujeres de Iowa de las Bibliotecas de la Universidad de Iowa.

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