Originalmente un mensaje en la página pública de Facebook del Padre James Martin
El Presidente Trump anunció que él iba a ordenar la construcción de un muro en la frontera mexicana, esta es la primera de una serie de acciones para tomar medidas contra inmigrantes, entre ellas también hay la acción que va a limitar el número de refugiados que pueden reasentarse en los Estados Unidos y bloqueando la entrada al país, por lo menos temporalmente, a los sirios y otros países según llamados “naciones propensas al terror”.
Esas medidas, que significan rechazo del extranjero, es el rechazo de la persona necesitada, el rechazo de aquellos que sufren y evidentemente estas medidas no son cristianas y van completamente en contra del Evangelio. Ciertamente, el año pasado, el Papa Francisco dijo, “Una persona que simplemente piensa en construir muros, sin importar donde estén, sin construir puentes, no es cristiano. Esto no es el Evangelio.”
Pero a lo mejor usted no quiere escuchar lo que dice el Papa Francisco. Tal vez usted cree que él es demasiado político. O tal vez usted cree que el Papa Francisco es muy progresivo.
Tal vez usted cree que usted tiene derecho de rechazar la persona necesitada. Y que usted tiene derecho de protegerse. Bueno, sí, tenemos derecho de protegernos. Pero rechazar aquellos necesitados porque queremos protegernos, en especial cuando aquellos necesitados desesperadamente necesitan ayuda y obviamente están en peligro, esto no es lo cristiano. Es lo opuesto. Se trata de ayudar al extraño, hasta cuando hay algo de riesgo. En pocas palabras esto es la parábola del buen samaritano.
Pero si todavía usted no quiere hacerle caso al Papa Francisco, entonces escuche las palabras del Papa Juan Pablo II, el Santo Juan Pablo II, quien escribió mucho sobre refugiados e inmigrantes. “Busque el ayudar a su hermano y hermana refugiados de todas las posibles maneras ofreciéndoles la bienvenida…Demuéstreles una mente abierta y un buen corazón,” él dijo. Y como si estuviera prediciendo nuestra situación, él dijo, “Es necesario el protegernos contra el ascenso de formas nuevas de racismo y comportamiento xenófobo, que va a intentar en convencernos que esos hermanos y hermanas son los culpables de nuestras situaciones difíciles.”
Este es un asunto de vida y la muerte. Los inmigrantes huyen de la pobreza profunda, que causa sufrimiento y puede llevar a la muerte. Los refugiados huyen la prosecución, terror y guerra, temiendo por sus vidas. Entonces esto es asunto de la vida de la iglesia que era tan querido por San Juan Pablo II.
Pero tal vez usted no quiere escuchar a San Juan Pablo II. Tal vez ni siquiera usted es católico. Entonces escuche la voz de Dios en el Libro de Éxodo, dirigiendose a la gente de Israel: “No debemos de oprimir el extranjero [refugiado] porque ustedes fueron extranjeros una vez, en la tierra de Egipto.” Esto debía de mover los corazones de todos los estadounidenses. Todos nosotros, menos los americanos nativos, somos descendientes de inmigrantes. Un día éramos extraños también.
Pero tal vez usted no quiere hacer caso al Antiguo Testamento. Entonces, finalmente, escuche a Jesús. En el Evangelio de Mateo, para poder entrar en el cielo él ofrece una prueba de fuego. En el último juicio, él iba a decir a la gente, “Fui un extraño y tú no me diste la bienvenida.” Y la gente le iba a contestar, “¿Cuándo fuiste el extraño y nosotros no te cuidamos?” Y él les respondió, “Les aseguro que todo lo que no hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, no lo hicieron por mí”
El mismo Jesús les habla desde el Evangelio. Es Cristo a quien nosotros rechazamos cuando construimos las paredes. Es Cristo a quien rechazamos cuando ponemos limite a los refugiados. Es Cristo a quien estamos matando, cuando dejamos que ellos mueran en la pobreza y la guerra, en vez de abrir nuestras puertas.
“Hoy,” Santo Juan Pablo II dijo, “el inmigrante ilegal viene ante nosotros como el ‘extranjero’ en la imagen de quien Jesús pide ser reconocido. Darle la bienvenida y demostrarle solidaridad es nuestro deber de hospitalidad y fidelidad a la misma identidad de cristiano.”
Entonces, respete esas medidas y déle la bienvenida a Cristo. Llame a sus legisladores locales y dígales que protejan a Jesús. Escriba a la Casa Blanca y pida que protejan a Cristo. Venga a las juntas de ayuntamiento y abogue por Cristo. Y rece por nuestros hermanos y hermanas quienes son refugiados e inmigrantes.
Porque si ustedes no lo hacen y rechazan a Cristo, entonces serán sus rezos de ellos que usted necesitará.